Una amistad tan larga tiene contratiempos, pero no por eso llega a su fin (o cinco momentos en diferentes etapas de la vida de Daiki y Satsuki).
Días antes de navidad Akaya recibe siete visitas, pero ninguna es del verdadero Santa.
En medio de la oscuridad es fácil olvidar lo grande que es el mundo, pero Kazuki no permite que eso suceda.
Tal vez escribir una carta no es lo más práctico, pero Inui quiere hacerlo.
En la madrugada, Midorima encuentra a Akashi en la cocina.
Que Yukimura pasase los días de invierno bajo un kotatsu era aceptable, que lo hiciese junto a una ventana, en cambio, no lo era.
Akaya estaba seguro de que estaba listo.
Barnaby no acostumbraba a celebrar las festividades.
Midorima sabe que interesarse en Akashi es una mala idea.
Kotetsu no podía no intervenir cuando era tan obvio que Petrov necesitaba un héroe.
Jackal a veces sospechaba que ser tan paciente era una maldición y otras veces... bueno, ocasionalmente valía la pena.
Yuuta sabía bien que mezclar a la familia Fuji y a Mizuki era una mala idea.
Leorio y Kurapika caen en una trampa inesperada.
Los Yukimura organizan una fiesta navideña, pero no resulta ser como Genichirou había esperado que fuera.
Si quería que saliera bien debía ser tan preciso como un reloj.
El equipo de Seigaku está por reunirse por última vez una noche de diciembre y Tezuka aprovecha para decirle a Oishi lo que debería haber dicho antes.
Fukuda acompaña a Aoki a un rascacielos.
Una mañana de diciembre, Fuji aparece en la casa de Echizen con una sorpresa.
Más que tener el hábito de prender un cigarrillo y rodearse de su humo, Tsunemori parece depender de el.
El fin llega y Yuri no se oculta.