Summary
Porque no fue sino hasta los doce años, cuando me di cuenta que que los finales felices solo son escritos para cuentos infantiles, porque es complicado explicarle a los niños que ganar no es sinónimo de no perder, pero a mí eso no me importó hasta que las lagrimas de Teddy rodaron por sus mejillas, dándome así la oportunidad de conocer el dolor de perder.