Como adultos encerrados en cuerpos de adolescentes. Ya no se trata del príncipe azul, del amor eterno, ni de la persona idónea, sino solamente del momento perfecto y dos personas capaces de complementarse en el vacío del silencio y la complejidad de la normalidad del frío canadiense.
La muerte de una persona siempre es algo difícil de confrontar y superar. Especialmente cuando se sufre en silencio. Un sufrimiento solitario y compartido a la vez en una noche fría.