Hace años que despertó en un lugar desconocido sin poder recordar su pasado, dejando detrás una vida que la reclama y que cada vez está más cerca de volver por ella. Sus recuerdos se rehúsan a volver por su cuenta y el tiempo apremia, el clan tiene planes importantes para ella y la vida una que otra idea.

Shino había ido ahí con la promesa de pasar un buen rato y hasta ese momento Tayuya solo le había dejado ver la vida pasar.

Su inteligencia le permitía salir de las circunstancias apretadas y había sobrevivido a ataques mortales. No había enemigo lo suficientemente fuerte o astuto, para él, no señor. Pero, no entendía nada. Se llevó una mano a la cabeza y rascó un poco, mientras intentaba recordar las instrucciones que Lucy le había dado la última vez que se encargó de semejante labor.

Y solo quedó el recuerdo en mi mente y las fotografías. Nunca lloré, pero sentí su ausencia. Fue exactamente como con la primera pompa de jabón que recuerdo, cuando la toqué y explotó, no pude entender de inmediato qué era lo que había pasado.

Siempre vio las cosas teñidas de un color que había identificado como la obligación; no es llamativo, no es alegre, no es estridente y en momentos puede llegar a fastidiarte. Lo que ella veía era algo así como un tenue blanco opaco y brillante, casi transparente.

Han visto las cajetillas de cigarrillos, ¿no? Son pequeñas, rectangulares, y casi siempre vienen con un anuncio que reza: "este producto es nocivo para la salud", acompañado de una imagen, que, por lo menos a mí, no me quita las ganas de llevarme un cigarrillo a la boca. Pero, bueno, el punto es que todo viene con esas advertencias… incluso las personas.

Hanabi le partió el corazón, jugó con sus sueños y sus anhelos de una manera tan cruel y despiadada, se burló de él, le pegó justo donde más le dolía y Kiba, sinceramente, no tenía idea de si su relación podría volver a ser como antes.

Algunas veces, Sasuke se levantaba de su asiento y caminaba hacia Hinata, obteniendo esas típicas miradas llenas de terror y nerviosismo, para pedirle que le diera asesorías (que no necesitaba) en alguna clase… comúnmente elegía psicología.

Kiba y Hanabi pasaron la tarde entera viendo películas de ataques de zombis, hecho que dejó a cierto Inuzuka un poco consternado. "Te dan miedo los zombis."

Karin llevaba toda la mañana sentada frente al ordenador. Suigetsu no lo había notado porque estaba muy ocupado jugando videojuegos, desde que había arrasado con las sobras del desayuno y la comida de la tarde anterior... Así que escucharla exclamar lo había sorprendido un poco.

Kiba era, en verdad, el idiota más grande del mundo. ¡¿Qué tan difícil era levantarse a las seis de la mañana para recogerla! De seguro se había ido de farra, el muy desvergonzado.

Los labios del azabache se volvieron una fina línea recta. La miró unos momentos antes de negar y mirar la carta. Vaya dilema en el que esa muchacha lo había metido, estaba consiente de lo sensibles que las mujeres se volvían al tratarse de su cuerpo. Bajó la carta entonces y la miró, completamente serio.

El sol brillaba perezoso como todas las mañanas, los pajarillos comenzaban cantaban. Era un día tranquilo y normal, para todos en Konoha. "¡Maldita sea, Hana!" O bueno, para casi todos.

Odio sus ojos negros, porque son un símbolo de debilidad que me ha costado aceptar. Porque él tiene la llave para esa cerradura, el conoce la contraseña, él se puede colar entre mis ojos y entonces tumba mi coraza y yo tiemblo de miedo, justo como en este momento lo estoy haciendo. Y Sasuke no sonríe, simplemente se lleva una mano a la cintura y la mira como si fuera poca cosa.

Pudo ver de nuevo la sonrisa ladina, luego el cabello castaño y oscuro moverse hacia el frete cuando él hizo la reverencia de despedida. Vio sus ojos blancos, serenos, decididos y sabios, mirándola antes de darse media vuelta y alejarse. ¿Ya eres libre, Neji-niisan?

Yo soy absurda y la vida es absurda y su rutina lo es por igual… ¿por qué vivir día con día lo mismo si no lo vas a disfrutar? ¿Qué es eso que podrías disfrutar? Me gustan las flores, oh, como amo las flores. Podría disfrutar de las flores… ¿podría? No creo poder jamás.

Kiba no entendía, simplemente no entendía, su cabecita de tres años no le permitía entender, por qué todos los días, antes de la hora de dormir y luego de que Hana regresara de entrenar a los hermanos Haimaru y se aseara, jugaba a las damas chinas. "¿Por qué juegas a las damas chinas todos los días?

Tsume rodó la mirada y se encogió de hombros sabía que esos dos no podían vivir sin intentar matarse el uno al otro pero tampoco podían vivir si el otro estaba al borde de la muerte… ya lo había visto varias veces. Par de cachorros llorones, pensó, burlándose.

Las palabras se ahogaron en su garganta y fue imposible seguir hablando. Lo había visto venir, esos maravillosos meses habían comenzado a tener unos extraños sube y baja que él, al ser su primera relación amorosa, había creído eran normales.

Tsume llegó esa tarde, sumamente cansada y un poco hambrienta; su mayor preocupación… era que no hubieran hecho explotar la casa. – "¿¡Qué significa esto!" "Hola, ma..." Saludó Kiba. Hana sonrió ampliamente. "¡Sorpresa, hoy es tu día!"