La paciencia se agota, el miedo aumenta y las fuerzas se van más rápido que el dinero en algún tiempo lejano que casi nadie ya recuerda. Con pocas esperanzas sólo uno fantasea con un lugar donde habitar para siempre y poder reconstruir lo que en algún tiempo les perteneció, crear nuevamente lo que eran, porque no se pueden juntar los pedazos para armarlo otra vez.
Solamente era un día normal en la vecindad del Chavo del ocho.