No. Él no sería como los demás adolescentes de su edad, abriéndole la puerta al amor con desespero, aunque golpee su puerta una y otra vez, él no daría su brazo a torcer. Después de todo, su orgullo estaba en juego... ¿No?
De un momento a otro, su vida se había convertido en nada más que una suma de diversas situaciones distintas entre sí, de eso estaba más que seguro. Pero, aunque ya nada es como solía ser, su nueva realidad aún conservaba un minúsculo trozo de normalidad dentro de la loca rutina de la Mafia.
Ya no le servía de nada pensar en ese amor que creyó tan real, tan puro y transparente... Era una cruel mentira después de todo, un pasado incierto y doloroso. Quizás era tonta, y no negaba la posibilidad, pero su corazón no sanaría tan rápido de esa ruptura, de ese engaño tramado por las personas más importantes para ella... Tsuna y Haru. Ya era demasiado tarde para remediarlo.
Era terco y perezoso, eso todos lo tenían bastante claro, pero él nunca aceptaría cuáles eran sus verdaderos pensamientos a esas situaciones que él tomaba con indiferencia, flotando en un cielo infinito de primavera, con su orgullo Samurai intacto… Tal como Burbuja de Jabón.
Era su cumpleaños y no estaba nada entusiasmado. ¿Sus deseos? Iban más allá de lo que era accesible. Pero la intención era mucho más importante que el regalo más caro que le pudiesen hacer y eso fue exactamente lo que Gokudera había aprendido... algo así.
Aunque odiasen admitirlo, eran individualistas. Individualistas en el cariño que ambos sentían por el otro. Y les gustaba mucho sentirse de esa manera.
Quince minutos no fueron suficientes para complacer los deseos acumulados por meses. Más aún para ellos, que vivían su amor entre las sombras de la multitud ciega y juzgadora.
Aunque su mente le dijera a gritos lo contrario, algo le detenía, un ser imaginario le sujetaba del brazo, a ambos, reteniendo cada sentimiento que tenían dentro del pecho. No se arrepentía, no debía tampoco. ¿Que le detenía?... Simple, el cariño. Puede que sonase incoherente, pero desde un principio, el amor nunca lo fue.
[TYL] ¿Enfermo? No. Lo que él padecía era mucho más fuerte que solo eso. Era un deseo inverosímil. ¿Triste? Tampoco. Las lagrimas ya no eran un recurso fiable para olvidarse de su miserable vida. ¿Que quería? Simple, ser el centro de todo, ser el dueño de la atención de todos a su alrededor. ¿Que en realidad sentía? Soledad, pero nadie nunca lo notó.
[1827] Con una frase le bastaba, un signo de interés sería suficiente para él. Sabría que las miradas no vendrían, por lo que debía poner su fe en algo más. Aunque fuera tonto, en su situación parecía que "Una mirada vale más que mil palabras" ya no valía nada. Después de todo, las letras parecían estar de su lado ese día.