Debería ser fácil, piensa una vez más, recostándose en el sillón de sus cuartos personales. Y en verdad lo es. Es fácil pretender jugar en el lado oscuro. Crear una razón plausible para todo le es tan sencillo como respirar. Está demasiado acostumbrado a una doble vida. A mentir y engatusar.
―Agatha, querida, toma asiento por favor ―murmuró terminando de colocar dos tazones de tibia y cremosa leche frente a la chimenea, justo donde una gata gris tomaba posesión de uno de los mullidos almohadones. La inteligente presencia era reconfortante, la ayudaba a recordar su propósito.
Su misión era importante, debían recordarlo. No importaba lo surrealista que fuese el que se encontraran en Francia, de noche y tomados de la mano por las casi desiertas calles. Le era notoriamente difícil mantener la compostura y no reír histérico. Pronto, apareció frente a ellos el enorme letrero de la tienda de sándwiches Subway.
Por un momento, piensas que podrías parar, que quizás no sea necesario cortar su oreja. Pero luego piensas en la cara completamente acongojada de tu dulce esposa y decides seguir. Todo esto es por ella.
―Por última vez, Nick. ¡No quiero unirme a tu club de fantasmas semidecapitados! Ante su arrebato, Sir Nicholas frunció los labios. Estaba resultando más difícil de lo que había creído.
La casa que antes irradiaba vida, ahora contiene recuerdos y sombras de lo que solía ser. ¿Acaso es alguna maldición? No, no realmente. Pero las tragedias existen, pequeños fragmentos de tiempo que crean desgracia.
Sybill Trelawney, digna tataranieta de Cassandra Trelawney, sería la próxima joya de la corona familiar, eso estaba claro. Pero no por haber nacido con el don no se dedicaría a pulir otros talentos, faltaba más. ¡Su composición maestra requería trabajo y co
La bruja se mordió los labios antes de despedirse educadamente y salir de la oficina. Estaba lívida. Trató de tranquilizarse antes de informarles a sus compañeros que la escuela, al igual que todos, creía que el juego de gobstones era insignificante y una pérdida de tiempo.
Entonces, que así sea, por el bien de Hogwarts. Una vez cada cien años, los entes que su conocimiento reparten al alumnado, de lugar cambiarán su alma.
Sirve para encontrar de tu alma la perfecta mitad, había dicho Gilderoy. Un trago y despertarás en su cuerpo veinticuatro horas exactas. Soulmates porque puedo ;3
Torció los labios con complacencia. Quizás había actuado fuera de personaje, pero no es como si no fuese benéfico a largo plazo. Esos idiotas se la pensarían antes de cruzarse con el apellido Lovegood nuevamente. El olor a amoniaco lo confirmaba. Tener un cuerpo pequeño e inocente tenía sus ventajas.
A veces sentía que había encontrado a alguien más, pero no se convencía. ¿Quién podría ser feliz al dejarlo todo solo por vivir en una granja de ratas? Con el tiempo, Ron llamó y Hermione olvidó sus sospechas.
El asunto con Ronald Weasley, es que sus sueños no eran nada sencillos. Quizás haya crecido en una familia corta de recursos, pero en su mente la pequeña semilla de un negocio había anidado desde temprana edad.
Las lágrimas continuaron bajando por sus mejillas mientras caía presa de un profundo sueño. El más dulce hasta el momento.
Ariana saldrá en cualquier momento, lo sabe. Se pregunta si en esta ocasión soñará reclamos o lágrimas silenciosas. Quizás volverá a separar su cabeza del torso para mostrarme otra mariposa devorando la carne de su pecho.
El primo de Salazar era hermoso. No, tachen eso. El primo de Salazar era precioso, definitivamente era el pecado y la gloria conjurados en una sola persona. Tan sexi, tan bello. ¡Godric simplemente tenía que tenerlo!
Si Bill estaba seguro de algo era de que tenía algún tipo de mal karma. No había otra explicación para lo que pasaba en su vida. ¿Acaso era justo que la chica que le gustaba estuviese tan obviamente interesada en Charlie?
Pansy Parkinson, miembro oficial de la liga a favor del cotilleo escolar, no pudo evitar posicionarse de tal forma que no se perdería de cada detalle. ¿Quién será el pobre bastardo que terminó con esta arpía? Pensó divertida. Y no era para menos, la bibliotecaria se escuchaba cabreada.
—¿No tendrás un color más brillante, querida? —preguntó observando su mano críticamente. Por alguna razón el color no terminaba de convencerlo. —¿Más brillante que brillos y cristales? —preguntó la bruja anonadada. Su cliente más importante de la década había resultado ser un viejo chiflado y estrafalario como habían dicho los rumores.
Quería llorar, aunque no hubiese podido derramar lágrima alguna desde que se enteró de la noticia.