A James, no poder dormir le sienta muy, pero que muy mal. A él y a los que tienen que aguantar su mal humor, en general.
Son artistas grotescos, que usan magia prohibida para llenar Hogwarts de cuadros hechos para transmitir miedo.
Hizo falta un tiempo para que Rin se acostumbrase al inglés; pero, cuando lo logró, no hubo fuerza capaz de impedirle hablar sobre su tema favorito.
AU. Haruka supo que no sería sencillo en cuanto lo vio por primera vez; todo en él, desde su mirada burlona hasta su sonrisa de dientes afilados, gritaba para atraer todos los problemas en cinco kilómetros a la redonda. Eso estaba claro. La única pregunta era por qué no se alejaba de él.
Rin se había dado cuenta de que todo el mundo sabía que lo suyo con Haruka no era, ni por asomo, una mera rivalidad amistosa.
Keiro sigue preguntándose por qué no ha dejado atrás a Attia. La joven estaba dispuesta a traicionarlo lanzando el Guante al vacío, así que ¿qué motivos tiene él para preocuparse?
Uno tenía el teléfono. Otro la forma de enviar cartas. Pero la distancia pudo más.
Daniel Travers está cansado de no estar a la altura de las expectativas de sus padres, así que se ha marcado las suyas propias. Unas en las que cree.
Terence no entiende. No entiende el significado tras las palabras que lo han encerrado en esa agonía, ni tampoco entiende por qué lo hizo.
Terence ha ido a esa cita porque Adrian Pucey es un manipulador y un chantajista y si no va le dará un beso. Pero definitivamente no le hace la menor gracia encontrarse con ella.
Daniel lo tiene claro: va a ser un mortífago, va a demostrar que no es tan inútil como todos dicen. Y ni siquiera su hermano le hará cambiar de idea.
A Dorian le gustaría retroceder en el tiempo y hacer algo para evitar lo que ya es inevitable, pero ya han pasado tres meses desde la Batalla y lo único que le queda es aceptar la pérdida e intentar seguir. Aunque no tenga del todo claro hacia adónde.
Uno de noviembre de mil novecientos ochenta y uno. Anoche, un bebé de apenas un año derrotó al mago oscuro más temido de todos los tiempos, sin más secuela que una cicatriz en forma de rayo en la frente. Pero, ¿qué tiene que decir el resto del mundo mágico sobre el fin de la Primera Guerra?
Millicent no sabe si ir al Baile de Navidad, pero Tracey tiene mucho poder de convicción. Y como los tiempos cambian, será ella quien le pida a un chico que la acompañe. No es complicado ni tiene por qué salir mal... ¿verdad?
George lleva meses obligándose a fingir estar bien, porque no quiere preocupar a su familia. Pero está cansado de hacerlo, y cuando descubre que su madre ha tejido un jersey de lana para Fred no puede evitar perder los estribos. Porque eso no sirve para nada... ¿verdad?
Porque para Ethan es imposible olvidar los meses que pasó en Azkaban por el crimen de ser hijo de muggles, y a Roger se le rompe el corazón cada vez que lo ve atrapado en alguna pesadilla.
Sirius lo tuvo claro cuando lo leyó en ese libro muggle. Los merodeadores son tan diferentes como los cuatro elementos. Pero lo que los hace especiales no es eso, sino un todo resumido en la palabra amistad.
Cadmus ha creado algo mucho más valioso que la varita de Antioch o la capa de Ignotus. Algo capaz de traer a los muertos de vuelta. Pero él no lo necesita, al menos mientras tenga a Aurora.
A Theodore le gusta la filosofía muggle, aunque tenga que leer los libros a escondidas de su padre. Sin duda, Descartes es su preferido. Y Daphne Greengrass y su admiración por Hume no van a cambiar eso.
A nadie le gusta la Guerra. Pero ¿qué hacer cuando es inevitable? Para el Reto twittero del foro La Sala de los Menesteres.