[COUNT-DOWN][#02] Hirato se mofa en silencio de cómo han acontecido las cosas. Y de la mueca de enfado que lleva el maestro que ahora se yergue en la cátedra de forma prepotente al tiempo en que abre el libro de biología molecular.
[COUNT-DOWN][#03] Ante el mundo que se apaga Sakamichi no puede contestar la pregunta que el demonio de Hakone ha formulado y el cual lo ha ahuyentado todo con ese batir de alas fallecidas. Mientras que un aroma penetrante, fuerte, a caléndula comienza a derramarse.
[COUNT-DOWN][#08] E igual que instantes atrás con esos dos chicos, no quiere detenerse, porque más que nunca no quiere pensar en que Gou pueda rechazarlo. No cuando ese hechizo lo ha atrapado por completo, sin oportunidad de encontrar salvación alguna.
[COUNT-DOWN][#07] Esta situación es amarga, cruel, y Hajime está seguro de que es ese el sabor del calor que logra emitir el fuego cuando llora en soledad.
[COUNT-DOWN][#09] La situación es bochornosa, absurda y tontamente romántica. Y Kazunari se siente capaz de adaptarse, sobre todo al beso que le roba los labios de Midorima.
Pero Sangaku no se lo permite, porque atrevido, osado, lo toma de la mano, cambiando la mueca severa de hace un rato por una galante y sacándolo por segundos de balance, para enseguida sujetarlo firmemente y mirarle con un cariño que desvanece los cimientos del otoño que poderoso se ha impuesto en la región de Hakone. Mientras siente por primera vez al miedo ceder al caer la noche.
[RINHARU WEEK COLLECTION][Día 7: Take your marks] Haruka, en mitad de ese océano blanco y frío, admira como aquel escualo nada sobre la superficie helada.
Sin embargo para Tama lo que tenían Hiro y el sensei se basaba en algo mucho más profundo y dulce. Y así hubiera seguido, imaginándoles tomándose de la mano, dándose algún abrazo o mirándose a los ojos por horas enteras, hasta que ciertos intrusos aparecieron.
Tetsu, ¿por qué elegiste pintar estrellas?
Keishin lo sabía, porque desde el principio lo dejó en claro, que Ittetsu era terco y que jamás se daría por vencido. Ni siquiera en esto.
Y a lo lejos se oye, en medio de los escombros que ha dejado aquel terremoto bermejo, una voz débil, ronca, decir: Le roi est mort, vive le roi.
El cortejo aflora, la mariposa se ha posado en el ramo venenoso de un par de extrañas flores.
Caminando ambos fuera de la escuela, siendo rociados sorpresivamente por la nimia agua nieve que las nubes dejan caer traviesas por esa tarde de febrero tras la desaparición del sol. Aomine y Tetsu no escuchan nada que no sea el latido sincronizado de sus pechos, perdiéndose tras ellos los ladridos que dé Ni-gou salen.
Pero Shuuzou comprendía, que era imposible comprar un kilo de naranjas y que todas ellas estuvieran buenas. Así pues, decidido, y en espera de lo inminente, se encaminaba a su destino que como padre y progenitor de esos niños, le aguardaba sonriente.
Su réplica hace suspirar a Himuro que pese a su desilusión sonríe. Seguramente por encontrarlo aún terco y renuente a todo esto. Y él no se disculpa, ni se preocupa. Hay tiempo, lo sabe. Pues su padre aún debe quedarse y Shuuzou no tiene en mente subirse pronto a un avión. Por ello vuelve los ojos a la ventana, mirando en ella una tarde que todavía no tiene ánimos de apagarse.
Ichigo anhela tanto el verla que sus fuertes deseos taladran su cabeza. Ya no puede concentrarse en clases como debiera y las charlas con los demás se han vuelto triviales. No quiere preocupar a nadie pero el miedo de olvidarla, de no poder verla y saber algo de ella es apabullante.
Y es entonces que Arakita echa la cabeza hacia atrás, sonriendo ladino, sosteniendo la curva malsana en sus labios cargada de lado; buscando con ello provocar un nuevo encuentro del cual está seguro será recompensando con un: buen trabajo, que tanto ha venido persiguiendo.
Aquella estrella estaba aquí, había caído allí, y le estaba cumpliendo un deseo. Quedarse junto a ella para siempre. Mientras sonríen en mitad de ese baile luminoso de polvos estelares.
Y que él sigue almacenando en sus recuerdos.
Luchando a gritos, Matsuoka deja de ocultarse tras sus palmas para empujar de la cabeza a Haruka, queriendo con ello quitárselo de encima, apartarlo. Pero este, aferrado a su cuerpo, comportándose descarado, mientras corre los dedos a través de sus ropas, atizando el calor ardiendo a lo extenso de su piel, para disfrutar del fuego que se alza entre ambos. Solo lo complica.